Por Andrés Ugarte Larraín

 

El sábado 6 de mayo para muchos significó simplemente un nuevo comienzo de la temporada alta del Polo de Paris. Pero, más allá del aspecto deportivo general de dicho día, también se dio un regreso significativo al polo, un acontecimiento no menor. Clemente Zavaleta, tras la fuerte caída sufrida el 17 de marzo de 2022 en Wellington, lo que demandó una larga y exhaustiva rehabilitación, volvió a ponerse los pantalones blancos para defender los colores de Sainte Mesme. En definitiva, volvió a jugar al polo.

 

“Llegaba nervioso porque pensaba en este día desde el día en que volví a montar, que fue a fines de noviembre”, le dijo Corchito a Pololine.

 

Y, rápidamente invadido por el animal competitivo que lleva dentro, afirmó: “El sábado después del partido estaba re caliente, quería ganar. Lo empatamos al final del tercero, pero nos desconcentramos y nos hicieron 3 goles. Por un lado, estoy contento de que empecé a jugar, pero uno se olvida de todo lo que pasó. O sea, no sé si es que debería estar contento, o no, pero, al final, la verdad es que sí porque hasta hace no mucho todo esto era impensado”.

 

Resultaban conmovedoras a lo largo de todo este tiempo las muestras de afecto y de esperanza que le hacía llegar la comunidad del polo al hijo de Clemente y Maria Emilia en todo momento; y no solo desde que ocurrió el accidente, sino también cuando se supo que había despertado y que comenzaba su camino a la recuperación. “Cada mensajito me ayudó”, insiste. 

 

A lo largo de esta conversación, los saludos y agradecimientos se vuelven una constante. “Le quiero agradecer a Sainte Mesme, a Alexandra y a Robert Ström, a toda la familia, por haberme dado la posibilidad de jugar con ellos. En Sainte Mesme me habían dicho que el 6 de mayo contaban conmigo para jugar, y me traje caballos. Todo eso me inspiró a llegar a este día”.

 

Si bien cuenta que “lo físico fue lo primero que recuperé, aunque no sé por qué, siempre busqué esforzarme un poquito más de lo que podía. Yo lo que hacía en todo este tiempo, desde que me desperté, era mentirme; eso me hizo llegar hasta acá. Siempre pensé que podía. No sé si era muy consciente, o si quería serlo; pero yo estaba jugando prácticas con un parche en el ojo, pensando que en febrero iba a estar jugando como si nada. Y lo cierto es que recién empecé a ver mejoras en abril, recién ahí es como que empecé a jugar, por decirlo de alguna forma. Siempre me ponía objetivos que iban más allá de lo que iba a poder lograr”.

 

De a poco, Clemente Zavaleta fue recordando, recuperando memorias; mayo, junio, cada día que pasaba era clave pensando en lo que vendría, y no solo apuntándole a un eventual regreso a una montura, sino al desafío más grande, el de recuperar cada una de sus funciones vitales, tanto físicas como psicológicas. “Fueron clave en todo este proceso mis entrenadores. Estuve entrenando mucho con Cote Marín, que, además, se vino a la rehabilitación en Atlanta, y esa creo que fue la mejor decisión que tomé en mucho tiempo. También trabajé con Jorgito Fretes. Ese entrenamiento me permitió llegar muy preparado al día que volví a montar, a fines de noviembre, que no sabía cómo iba a reaccionar, cómo me iba a sentir. Y me acuerdo que me subí al caballo, di dos vueltas a la pista de vareo y ya me puse a taquear”, destaca el nuevamente jugador de Sainte Mesme.

 

Deportivamente hablando, fue dando pasos: entrenarse, prepararse, estar listo, montar, taquear. Y lo siguiente tenía que ver con dar un paso más. Y es que el polo es también un deporte de contacto. “Cuando empecé a soltarme y a jugar con más confianza, a estar más seguro, seguro de mí mismo, empecé a pechear, a trabar; empecé a jugar, en definitiva”.

 

Por momentos se percibe cierta emoción, más allá de siempre haber cultivado un perfil bajo y reservado. “Me acuerdo del momento en que me desperté. Me acuerdo que estaba la ventana a mi izquierda, y no sé por qué, pero pensé que estaba en Europa, estaba convencido. Sabía que tenía una cita muy importante. Me acordé que el día anterior mi mujer me dijo que iban a venir mis hijas y, que si quería verlas, les iba a tener que hablar. Pensé en levantarme también, pero fue imposible. Y ahí es cuando empiezo a hablar. Yo lo único que pensé es que estaba enfermo. Y, después, a partir del 15, 20 de mayo empecé a tener conciencia y a caminar, a tener memoria del día entero. Y a principios de julio me dieron el alta”.

 

Y prosigue: “Obviamente, el médico me decía que me olvidara de volver a jugar. Incluso, en ese momento había una chance de que me tuviera que quedar hasta enero en Estados Unidos. Me hacían un scanner cada dos semanas, y, de ahí, me podían decir o que me podía subir a un avión en 2 semanas o en 6 meses. La rehabilitación tuvo dos etapas: una, que estuve en el hospital y, después, una rehabilitación ambulante: tenía que seguir yendo al hospital, pero volvía a un departamente en el que estábamos. Hasta que me dieron el alta. Ahí nomás pregunté cuándo me iba a poder subir a un avión, me respondieron que en 2 semanas, y apenas se cumplieron las 2 semanas, me vine a Francia, a principios de julio”.

 

Vuelve al presente, al escenario deportivo y competitivo que lo encuentra luchando por el Tournoi de Printemps en el Polo de Paris, y dice: “Hay momentos en los que te frustrás porque todo es  parte de un proceso de cosas que tenés que volver a aprender. Una de las frases que más me empujó fue que esto, el proceso, era una maratón. Cada vez concientizo más acerca de lo que viví, y voy teniendo muchas memorias nuevas. Tengo momentos. Tuve mucha suerte, definitivamente”.

 

Por otro lado, uno se pone a pensar, analiza en frío quién es y quién fue polísticamente Clemente Zavaleta; recuerda sus participaciones en el Abierto Argentino, lo máximo a lo que se puede aspirar en este deporte; sus participaciones en torneos de alto hándicap en lugares top como Sotogrande o Wellington; o sus planes en 2022 de jugar la clasificación, lo que, lógicamente, no terminaría ocurriendo. “Me costó mucho llegar donde llegué, sueño con volver a eso algún día. Pero voy de a poco. Asimilo algunas cosas que me pasan cuando juego, cuando taqueo; me doy cuenta de si doy vuelta tarde, de cuando no pego bien, me doy cuenta de todo. Después de cada partido siento que voy avanzando mucho, así como me doy cuenta de los errores, siento también que crezco como jugador cada vez que juego más. Por un lado, es como impotencia, pero ahí nomás me pongo a pensar en lo que creía antes de abril cuando estaba jugando en Argentina, y pensaba que no llegaba. Y hoy me tengo fe de poder cumplir las metas que me planteo para los próximos meses, tanto en Europa como en Argentina”.

 

Los agradecimientos, insistimos, son una constante a medida que se suceden los recuerdos y las personas, sobre todo las personas, cercanas y lejanas casi por igual. “Hay mucha gente a la que le quiero agradecer. A mis amigos, que me ayudaron en todo, fueron clave: me aguantaron, me escucharon, me acompañaron en el proceso de jugar prácticas, todos aportaron cosas importantes. A Corinne Ricard, que me invitó a jugar un torneo en Argentina este año, y fue parte del proceso que me ayudó a volver. A mis tíos, a mis viejos, a mucha gente del polo; me voy a olvidar de varios seguramente. Pero le quiero agradecer a todos, a todos: a los que se sentaron conmigo aunque sea 1 minuto, todos me influyeron positivamente”. 

 

Y afirma y reafirma: “No entiendo por qué la gente fue y es tan buena conmigo, porque no soy ni tan buena persona ni tan bueno jugando. Mismo en Atlanta, en mayo del año pasado, hablaba con el teléfono de mi mujer, me dejaban audios y yo todavía no estaba tan conciente. Hoy miro para atrás y es increíble. Incluso, hoy en día, hay gente que me sigue llamando para preguntarme cómo estoy, me acompañan mucho. Cada mensajito me ayudó”.

 

“Pero, sobre todo, agradecerle a mi mujer, que siempre me acompañó y que estuvo siempre al lado mío”.

 

Y concluye, siempre mirando para adelante: “El sábado nos toca el próximo partido. Y lo preparo como antes, a entrar concentrado. Ya me saqué el peso de haber vuelto a jugar, y ahora es a seguir dando pasos, a tratar de jugar cada vez con más convicción y a seguir creciendo .