By Alejandra Ocampo

El cine ha sido uno de los grandes descubrimientos de la historia de la humanidad en materia de entretenimiento. Desde las películas mudas, que eran acompañadas por la música en vivo de un piano, hasta las superproducciones de Hollywood de la actualidad, el séptimo arte es una de las mayores fábricas de historias, de sueños y fantasías.

Vale aclarar que en esas películas mudas, los caballos aparecían con frecuencia montados por actores como Douglas Fairbanks, por ejemplo, quienes eran además hábiles jinetes. Por otro lado, a medida que la industria crecía, comenzaban a surgir las estrellas de la pantalla que cautivaban al público.

Una de esas grandes estrellas del cine mudo, y que además fuera el primer sex symbol y latin lover, se llamó Rodolfo Alfonso Raffaello Pierre Filiberti Giugelmi di Valentina d’Antoguolla. Aunque pasó a la historia como Rodolfo Valentino.

Valentino, nacido en Castellaneta, Italia, en 1895, enloquecía de manera escandalosa a las mujeres con su mirada misteriosa y sex appeal. De su Italia natal emigró a New York a buscar fortuna, y su encanto le permitió codearse con la alta sociedad. Hacia 1917 se muda a Hollywood para comenzar una carrera de actor en modestos roles, hasta que es descubierto por una guionista, June Mathis, quien lo propuso para la película “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, de 1921, y que lo llevó a una fama sin precedentes. A su vez, se consolidó definitivamente ese mismo año con “El Sheikh”, film en el cual Rodolfo Valentino, en el rol protagónico, demostró su destreza como jinete.

El actor era un apasionado de los caballos que tenía en los establos de su mansión en California, Falcon’s Lair, que adquirió en 1925. No hay certezas de que pese a su habilidad arriba de un caballo, Valentino haya jugado al polo; aunque sí hay fotos de la época, en las que se lo puede ver vestido de polista.

Llegamos a 1926, con Valentino en la cima de su carrera y listo para transformarse una vez más en el atractivo sheikh en la secuela, llamada “El Hijo del Sheikh”. Es momento, entonces, de presentar a un personaje clave en la vida del galán: un caballo llamado Jadaan, padrillo de pelaje tordillo, raza árabe, que llegó a ser tan famoso como su jinete.

Jadaan (Abbeian x Amran by Deyr) nació en abril de 1916, en Hingham Stock Farm, en Massachusetts, Estados Unidos, y su propietario era el magnate de los cereales, W.K. Kellogg, quien en 1925 lo adquirió para su finca por USD 1,200. Pese a su linaje de raza árabe, Jadaan no tenía buenas patas delanteras, lo cual no le permitía un buen alcance. De todas maneras, lo compensaba con un porte que lo hacía especial, una facilidad admirable para posar de manera bellísima, con gracia y muchísima personalidad.

La producción de “El Hijo del Sheikh” no escatimó en gastos para convertir a Rodolfo Valentino en el mejor y más lujoso Sheikh de todos los tiempos. Y el mejor Sheikh necesitaba el mejor caballo. Rodolfo Valentino vio por primera vez a Jedaan en Palm Springs, junto a su jinete y cuidador, Carl Schmidt. Jadaan en ese momento tenía 10 años, y su belleza y personalidad impactaron a Valentino, quien le dijo a Schmidt que lo quería para su película.

Así, envió un telegrama a Kellogg, solicitando permiso para usar el caballo durante diez días, asegurándole que se lo devolvería el 1° de mayo, y que tendría todos los cuidados necesarios. Escribió Valentino: “Le daremos a usted una increíble campaña publicitaria en las revistas, prensa y película. Y pido especialmente a Jadan (sic) porque lo considero el mejor ejemplo del más refinado caballo de raza árabe desde todo punto de vista”.

El magnate se mostró interesado en la oferta y le pidió a su hijo, Karl, quien manejaba los asuntos de la finca de Kellogg, Arabian Horse Ranch, que se ocupara del asunto. Karl Kellogg le respondió a Valentino, diciéndole que tendría el caballo y preguntándole si la finca también recibiría su crédito. Valentino contestó que sí y que además se haría cargo de todos los gastos de traslado, cuidadores y seguro. “(…) trataré a Jedan (sic) como si fuera mío (…)”, escribió, feliz de poder contar con el espléndido caballo.

Las imágenes de Rodolfo Valentino con su lujoso vestuario de Sheikh, montado sobre Jadaan, ataviado para la ocasión, eran imponentes. Filmaron las escenas del desierto árabe en Arizona y, una vez más, Valentino sobresalió en la pantalla como jinete. Pero la filmación se demoró y el caballo no pudo ser devuelto en la fecha prevista. Furioso, Kellogg intimó al actor a devolver el caballo en la fecha acordada. Al ser imposible, Rodolfo Valentino le pidió unos días más, para entregarlo a la finca el 5 de mayo; quizás para calmar al dueño de Jadaan, agregó que la película era “espléndida”.

En efecto, la película fue un enorme éxito. Rodolfo Valentino comenzó una gira para promocionar el film, pero lo disfrutó poco. Falleció de forma inesperada, con tan solo 31 años, en New York, el 23 de agosto de 1926, a causa de una peritonitis. La muerte de Valentino provocó una gran conmoción, al punto que algunas de sus más fanáticas admiradoras se suicidaron, y el funeral del actor estuvo rodeado de histeria colectiva.

A todo esto, ¿qué fue de Jadaan? El caballo no apareció en los créditos de la película, pero sí su dueño y la finca, W.K. Kellog y Arabian Horse Ranch, respectivamente. Kellogg, incluso, compró la montura que Jedaan usó en el rodaje.

Jadaan se hizo muy famoso gracias a la pelicula y vivió bastante más que su compañero en el desierto. Tal fue su fama, que todos aquellos que iban a la finca a ver los caballos, indefectiblemente preguntaban: “¿dónde está el caballo de Valentino?”. Además de presentarse en desfiles y shows de caballos árabes, Jedaan participó en otras seis películas, pero ninguna de ellas tuvo el éxito descomunal de “El Hijo del Sheikh”. Por eso, fue siempre “el caballo de Valentino”. Jadaan murió en 1945, a los 29 años, y una de sus últimas actuaciones fue posar con la montura del legendario actor.

Por cierto, al morir Rodolfo Valentino, su mansión, Falcon’s Lair, fue subastada para cancelar deudas. En 1953 la compró la millonaria norteamericana Doris Duke. Entre 1947 y 1951, Doris fue la tercera esposa del atractivo playboy y diplomático dominicano, Porfirio Rubirosa, apasionado de los caballos y muy buen jugador amateur de polo (llegó a tener 5 goles de hándicap y ganó la segunda edición de la Coupe d’Or en Deauville en 1951).

Por esos caprichos del destino, y quizás sin saberlo, Doris Duke hizo relacionarse, de alguna forma u otra, a dos personalidades fascinantes del Siglo XX, y que tenían en común su pasión por los caballos: Rodolfo Valentino y Porfirio Rubirosa.