By Prof. Eduardo Amaya
Se constituye una alianza perceptiva y biomecánica entre el jugador y el caballo. El polo es un deporte rápido, en el que las decisiones deben tomarse en segundos. Emerge así una forma de comunicación muy singular; el llamado MANEJO FINO. No muchos jugadores ostentan esta cualidad. No se trata simplemente de dominar al caballo como muchos creen con técnica, sino de alcanzar una INTIMIDAD DINÁMICA, donde dos organismos jugador y caballo se entienden más allá del lenguaje definido o claro. Esta intimidad es una danza invisible, forjada a través del tiempo, resaltándose la sensibilidad y la atención profunda del uno hacia el otro.
Biomecánicamente, el cuerpo del polista se convierte en una extensión de las ayudas naturales; cada desplazamiento mínimo de peso, cada contracción muscular o relajación tiene efectos directos sobre el equilibrio y la distribución de fuerzas en el caballo.
- En giros cerrados
Por ejemplo, el jugador que ha cultivado esta intimidad no necesita la fuerza, sino con una leve inclinación del cuerpo, haciendo base en los estribos, combinado esto con la activación del aductor de la pierna externa puede iniciar un giro limpio, fluido, donde el tren posterior del caballo se activa sin perder potencia ni tiempo.
Aquí, la biomecánica del caballo vemos que reacciona a microestímulos, como si estuviera conectado al jugador por un hilo o cable interno de percepción compartida. Desde el carácter del juego esta intimidad se manifiesta en la anticipación mutua.
- Cuando el caballo sujeta
Justo antes que el jugador lo pida del todo o cuando se acomoda para realizar un golpe sin resistencias, está así respondiendo no solo a señales físicas, sino a un estado emocional, o a un patrón de intención que ha aprendido a reconocer éste fenómeno llamado LECTURA IMPLICITA DE INTENCIÓN. Ocurre también en deportes de equipo en humanos; el pase perfecto, la cobertura justa. Esto es EL MOVIMIENTO EN ESPEJO.
El caballo de polo, entonces, no es simplemente el montado, sino que se constituye en el lector sensible del cuerpo y el ánimo del jugador. Entonces el buen polista no solo guía, sino que escucha, se adapta y a veces se deja llevar.
En las corridas largas, el jugador que logra soltar las riendas sin perder el control, liberando el contacto, ha alcanzado ese estado en el que ambos comparten un ritmo común, como si fueran dos corazones latiendo al mismo ritmo.
Por último, la intimidad del manejo fino tiene una cualidad estética y ética donde no se construye por imposición, sino por colaboración.
Es la consecuencia de haber respetado el lenguaje del caballo, de haber entrenado y trabajado con atención y sin violencia el tiempo necesario y de haber entendido que el verdadero control del caballo no reside en dominar, sino en compartir el movimiento.